Estar saturados se ha vuelto común. La forma en que vivimos actualmente nos acerca a trastornos de la atención, naturalizando sus síntomas: dificultad para mantener una atención prolongada, la atención general (que descifra el funcionamiento de un conjunto) se sustituye por una atención exclusivamente focal y se cambia, además el foco constantemente.
Es el tipo de atención que se desarrolla por ejemplo con los videojuegos, en la que se entrenan los reflejos pero se desaprende la tolerancia al aburrimiento. Esto quiere decir, que en situaciones que requieren una atención continua o más larga en el tiempo, el cerebro acostumbrado a la sobrestimulación y al rápido cambio de foco, se desespera y no percibe, a causa de los nervios por no aguantar centrado. Es algo muy normal en las personas con déficit de atención o hiperactividad. Lo preocupante es que ese comportamiento se extienda a una gran parte de la sociedad y se normalice, pues en ese caso tendríamos una sociedad pasiva a causa de la sobreestimulación, sin ningún control sobre ella misma.
Es por esto que muchos individuos hoy en día acostumbran a pasar sus horas de ocio haciendo varias cosas a la vez y afirman que esto les relaja. Ver una película mientras se juega a un videojuego, se escucha música y se mantienen conversaciones por WhatsApp. Distintas actividades sobre las que la atención irá saltando rápidamente de forma pasiva y sin profundizar en ninguna de ellas.
Pero ¿para qué sirve la atención general? Como se ha dicho antes, para descifrar el funcionamiento de varias partes dentro de un conjunto. Además se necesita una atención sostenida en el tiempo si se quiere generar un pensamiento crítico, un posicionamiento teórico o político ante la vida, un comportamiento creativo, investigador o curioso que cree a partir de la comprensión del momento en que se encuentra. También para la toma consciente de decisiones en momentos difíciles, para la comprensión sana de las emociones, para cualquier tipo de aprendizaje y para dotar de significado a la vida (clave de la felicidad en muchos casos).
Nada menos que otro trastorno posmoderno más que no se trata con la importancia que merece, como lo son los problemas en el lenguaje y el llamado Workholism (adicción al trabajo) de los que os podéis informar en mis publicaciones online o profundizar con mi libro Problemas del primer mundo.
