Un amigo me explica sus vacaciones: ‘‘Estuve en…¡Espera, te lo enseño! ¡Qué paisajes! ¡Si tengo foto, mira! Encontré ¡así! a algunas personas. ¡Esta, la de la izquierda de su foto de perfil! y ¡aquella del Instagram! estaban allí. ¡Chst! Fíjate, ves? pasa a la siguiente imagen, ¡ahí, ahí! pues ese era el plan, pa flipar, eh?» Todavía no ha sabido describir nada sin apelar a pictogramas.
Resulta paradójico que en la era de la comunicación, más que utilizar el lenguaje lo estemos mermando hasta tal punto. Una imagen vale más que mil palabras, dicen, y así los individuos de este contexto posmoderno ahorran mil palabras mostrando en su lugar imágenes. Ahorran mil palabras que caerán en desuso, que dejaran de saber utilizar (primero) e interpretar (más tarde) estrechando así el espacio de la consciencia, de lo que se sabe porque se sabe explicar.
A quienes cuentan con mi confianza les digo, «¡Explícame!» Quiero que narren su experiencia, su subjetividad, la forma en la que vivieron el momento congelado en la pantalla. Que construyan ante mí su percepción del recuerdo más allá de lo visible, más allá de quiénes y dónde se encontraban, más allá del «¡Mira!» como espasmo.
Conversamos para que algo ocurra, porque hay una dimensión más allá de lo que vivimos, y es el cómo lo sentimos. Conversamos para intercambiarnos las pieles por un momento, para ahondar en la profundidad del otro. Olvidamos que la imagen consta solamente de dos dimensiones, que no guarda volumen ni profundidad, y aún así adaptamos nuestra vida a este nuevo medio de comunicación, haciéndola visual y plana. Un conjunto de momentos inconexos sin historia. Pierdo abiertamente el interés ante seres bidimensionales, pero no se dan cuenta o tal vez no les importe. Ellos también lo perdieron, hace tiempo que no se escuchan hablar y ya se creen incapaces de hacerlo.
Esta viñeta y parte del texto está extraída de mi libro ilustrado Problemas del primer mundo donde intento ponerle al mal tiempo cara de humor gráfico a modo de terapia. También podéis leer más sobre algunos de nuestros problemas como personas del siglo XXI en mis publicaciones online: ¿Debería descansar?, Hiperatención o Follamigos.