Existe una palabra de reciente aparición: Workcoholism. Este anglicismo que une la palabra trabajo (work) y alcoholismo (alcoholism) se podría traducir como adicción al trabajo.
Varios autores han coincidido en la idea de que el contexto posmoderno actual explota la libertad de las personas (como Byung Chul Han, en su libro: La sociedad del cansancio). Así, cada uno es «libre» de escoger su oficio, y ejercer la autoexplotación sin límites, ya que lo que se juega es «su sueño». Esto convierte, en muchos casos, al individuo en «workcohólico» puesto que no sabe bien cuándo debe parar de trabajar. Nunca es suficiente y cada parada le provoca más sensación de ansiedad y culpa por su propio fracaso, que descanso. Los mecanismos del sistema capitalista para ejercer la explotación se han renovado, y ahora se ahorran la tarea de vigilar a los explotados, inculcando el discurso de la libre elección y la idea del «sueño americano» (el triunfador que se ha «hecho a sí mismo» gracias a su propio esfuerzo y cada año adquiere más poder adquisitivo e influencia). Pero los sueños, sueños son, y lo que tenemos en realidad es un contexto marcado por trastornos como el estrés y la ansiedad.
En medio de esto se hace difícil distinguir entre los sueños y aspiraciones de cada uno, y la autoexigencia insana. Sobre todo en actividades creativas en las que nos implicamos emocionalmente. ¿Hasta qué punto decido mi oficio? ¿Tengo poder de elección realmente? ¿Se puede trabajar de lo que a uno le gusta sin caer en las garras del workoholismo? Estas son algunas de las preguntas que me hago cuando trabajo en mis viñetas, de dibujante o diseñadora.
Personalmente, siento una enorme energía que vuelco en mis proyectos (a veces simultáneamente) y me es difícil ver la fina línea que separa el compromiso de la autoexplotación (porque siempre se echan más horas de las que parecen). Supongo que la diferencia está en ser consciente. Ser consciente de cómo funciona el sistema neoliberal en cada uno de nosotros. Por ejemplo, el sistema se alimenta de la comparación para la competencia entre iguales, y en esto han hecho mucho daño las redes sociales en las que no solo comparamos nuestro trabajo sino nuestro estilo de vida entero. La comparación provoca frustración, sensación de no ser suficiente y desmotivación, lo que puede traducirse en largos reproches a uno mismo. ¡Ya no hace falta un jefe cabrón que te presione, si lo haces tú mismo!
También se puede analizar qué tipo de cansancio sentimos al realizar nuestra tarea, si nos ha «chupado la energía» o si estamos satisfechos por haber dado lo mejor de nosotros. Existen cansancios que nos apagan, nos congelan el habla, nos aíslan en nuestro lado del cansancio. Existen otros, con un sabor a crecimiento, que nos hacen dormir bien, tener ganas de comunicar los logros, de unirnos a la comunidad humana con nuestra propuesta. Me me pido a mí misma, ser capaz de diferenciar siempre qué tipo de cansancio me procuro como herramienta para saber si mi tarea me realiza como persona o está terminando conmigo.
Al observar atentamente cómo afectan estas cuestiones al estado de ánimo es muy fácil detectar los comportamientos abusivos (del sistema a los individuos y de los individuos con ellos mismos).Y de este modo, si tenemos que ser nuestro propio jefe, nos daremos los descansos oportunos, propondremos metas realizables a corto plazo y no compararemos nuestro proyecto con el proyecto de al lado. Más vale trabajar bien que mucho, no perdamos la cabeza (literalmente).
Más problemas posmodernos, como la hiperatención y los cambios en el lenguaje en mis artículos online o en mi libro Problemas del primer mundo.