Vivimos un momento donde cada uno sigue su propia trayectoria y es más extraño cada vez encontrar compañía con la que andar el camino conjuntamente. Cuando la calidad defrauda buscamos consuelo en la cantidad, y es por eso que cuando esa compañía de calidad que anhelamos no existe nos cobijamos en la red, donde hay gran cantidad de personas y notificaciones. Una notificación tras otra, te mantienes conectado.Porque cuando estás con el móvil nunca estás lejos o fuera de alcance, sino que siempre estás dentro.Quienes te rodean no pueden excluirte y si lo hicieran no cambiaría nada.Sigues bajo el techo de la red, que es algo bajo, obligando a bajar la cabeza, pero es un techo, al fin y al cabo.
Se produce entonces una copresencia, de lo que el sociólogo Zigmunt Bauman define como “proximidad virtual” y “proximidad física”.¿Qué significa esto? Que están presentes al mismo tiempo la virtualidad (que te acerca a una red de personas determinada) y la realidad física (que te acerca a otro grupo diferente de personas o situaciones).
De un momento a otro parece que la humanidad ha emigrado, se ha marchado de la realidad hacia la red virtual. Esto se hace evidente cuando interrumpimos una conversación (o directamente no la tenemos) a causa de las notificaciones, o cuando la realidad física no es de nuestro gusto y preferimos ausentarnos en nuestro móvil. La red está siempre disponible y la realidad tiene cada vez menos oportunidades de interrumpir la experiencia virtual del individuo. El plano físico se vuelve incómodo al no cumplir todo lo que la virtualidad convierte en normal: la disponibilidad y cercanía permanente de nuestros contactos, la fácil desconexión, la falta de compromiso (ya que podemos contestar o no nuestros mensajes), la comodidad de la distancia desde la que se actúa en el medio digital, la inmediatez, la satisfacción instantánea, la infinita oferta de contenido y entretenimiento etc.
Ahora estamos más conectados, aunque de forma enormemente más superficial.Nos comunicamos constantemente, pero hablamos menos.Y por hablar menos utilizamos menos palabras, comprendemos menos conceptos y vamos estrechando el espacio de la consciencia, de lo que se sabe, se percibe y se reconoce. Hemos emigrado a un lugar virtual olvidando que nuestro cuerpo sigue aquí, rodeado de personas igualmente solas, igualmente ausentes. ¿Queda alguien en esta realidad física? en ese caso, el último que salga que cierre la puerta.
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